Horacio Machado Aráoz, profesor de la Universidad de Catamarca, en entrevista con Agencia CNA, analizó los motivos y los rasgos que exhiben los colectivos que surgen en las poblaciones afectadas por la mega minería a cielo abierto
Los ‘80 estuvieron marcados por la irrupción de los movimientos de derechos humanos; los ’90, por la aparición de colectivos de trabajadores desempleados y la década que acaba de concluir, por la organización de vecinos- con el barrio como territorio de origen- que se vieron afectados de múltiples maneras por la explotación intensiva de los recursos naturales.
Cuando, el 14 febrero de 2010, en Chaquiago, camino comunero a El Potrero - a 7 kilómetros de Andalgalá, Catamarca-, policías, junto al grupo de tareas Kuntur, reprimían y arrastraban a los asambleístas para que las máquinas y las camionetas mineras puedan pasar en dirección a Agua Rica, muchos andalgalenses se trasladaron hacia allí- donde la asamblea El Algarrobo hacía el corte selectivo- para impedirlo. A partir de esa reacción, algo quedó en claro: ya se había extinguido el halo del discurso minero, sostenido sobre las columnas del progreso, el trabajo y el bienestar social.
El licenciado en Ciencia Política y profesor de la Universidad Nacional de Catamarca (UNC), Horacio Machado Aráoz, que trabaja sobre los distintos tipos de conflicto social y, particularmente, en torno al que generó las condiciones para la proliferación de asambleas de autoconvocados en defensa de los recursos naturales, precisó, en diálogo con Agencia CNA, que la principal causa que explica el surgimiento de este nuevo sujeto de protesta es “el impacto directo que tiene la mega minería a cielo abierto sobre los ecosistemas”.
Machado Aráoz, a la vez, es integrante del programa de investigación sobre Conflicto Social y Acción Colectiva de la UNC. En 2007, publicó “Economía política del clientelismo. Democracia y capitalismo en los márgenes”.
Para el entrevistado, la proliferación de asambleas de autoconvocados a lo largo y ancho del país está atravesada por especificidades locales. No obstante, en lo nominal salta a la vista un carácter: no se autodenominan ciudadanos, sino vecinos: "la palabra ciudadano es polémica, por decir lo menos. La palabra vecino hace referencia a una red de vínculos de la gente con el territorio y entre la gente de ese territorio. Es un hábitat que tiene su historia y tiene su densidad en términos de las relaciones económicas, políticas y culturales que se construyen en el lugar, y esto es lo que se ve afectado".
En una coyuntura mundial, en la que emergen con potencia incierta multitudes invertebradas con consignas maximalistas, los autoconvocados sienten "la necesidad de sentirse partícipes y de decidir lo que pasa sobre su territorio, su forma de vida, sus medios de vida. Esto ha llevado a un crecimiento muy importante de la conciencia política. Ha conducido a una ecología profunda, puesto que, empezando a discutir los impactos directos de la minería, comenzamos a ver las raíces de insustentabilidad que tiene este modelo de desarrollo que promete Occidente, el cual se basa en la explotación de fuerza de trabajo y de los recursos naturales", apuntó el académico de la UNC.
Con creatividad conceptual, Machado Aráoz hizo hincapié en los diferentes tipos de expropiaciones que produce esta actividad extractiva: " La minería produce procesos expropiatorios. Esto tiene distintas dimensiones: la expropiación ecológica, que tiene que ver con los ecosistemas y donde más se nota es con el agua; la expropiación económica, porque este tipo de explotaciones lo que hace es destruir las economías locales-los medios de vida vinculados a la agricultura, la ganadería y el turismo son desplazados por la gran demanda de recursos que exigen las mineras- y la expropiación política, que tiene que ver con la falta de acceso a los derechos y garantías mínimas".
La organización de vecinos en asambleas ha resquebrajado el discurso promesante bañado en progreso que emiten las empresas. No lo intentan sólo a través de la acción, sino necesariamente por medio de la oposición de otro corpus simbólico. Fieles a su naturaleza vecinal, eligen los barrios como espacios legítimos para actuar. Luego, los articulan con otros estamentos sociales, que, al fin, terminan componiendo una sofisticada ingeniería, cuyas acciones están sintetizadas en el reclamo por la autodeterminación de los pueblos.
Frente a un modo de acumulación por desposesión, las asambleas desarrollan estrategias comunicacionales para horadar distintas capas. Esto revela una íntima convicción: las poblaciones perciben la nueva calamidad, transfigurada en vellocino de oro.
Estos colectivos heterogéneos se erigen como un nuevo sujeto político, que, ante la deliberada omisión de los medios y los gobiernos, van construyendo su camino como las hormigas. El objetivo: intervenir en las decisiones que se toman sobre ellos y sus territorios.