“Lo tengo decidido: voy a ser candidata y me va a acompañar un traidor”. Cristina Fernández de Kirchner dijo esas palabras a un mínimo grupo de funcionarios que la rodeaban en una dependencia cercana al Salón de los Patriotas, donde una procesión despedía los restos de Néstor Kirchner.
En horas de profundo dolor, la Presidenta daba ante los más cercanos una precisión rotunda en cuanto a su futuro, y, a la vez, descubría o bien negociaciones subterráneas sólo conocidas por el matrimonio y el círculo íntimo, o bien un deseo.
“¿Será Felipe Solá?”, “¿Mario Das Neves?”, “¿Daniel Scioli, quien pese a ser siempre leal despertaba igual la desconfianza de los pingüinos, sobre todo de Néstor?” Esas y otras preguntas rondaron por la mente de quienes conocieron de rebote la especie pero no están en la cocina donde el kirchnerismo le pone el ingrediente secreto a la receta.
Pero el hombre a quien se refirió Cristina sin nombrarlo no era otro que Carlos Alberto Reutemann. Aún antes de la renuncia del santafesino a la mesa del Peronismo Federal, desde dos carteras nacionales se confiaba a este medio el nombre del senador.
En un tercer despacho, y ante la insistencia, alguien le dijo a La Tecla que “con Reutemann, como con otros dirigentes que no están en el espacio, se conversa. ¿Y por qué no podría ser el vicepresidente de Cristina? Sería una gran fórmula”.
Memoriosos de la frustración del piloto en la Fórmula 1 de los lejanos ‘80, y conocedores del bajo perfil del santafesino, algunos opinan -con malicia, claro- que “al Lole el número dos le queda cómodo, y en el Congreso sabe moverse”. “Los que dicen que me estoy acercando al kirchnerismo son unos malditos”, fue la primera defensa de Reutemann ante el diario Perfil, cuando las versiones de un acuerdo con el Gobierno lo atocigaban.
Además, quienes están o estuvieron cerca del senador no ven por el momento ese pase. Pero la política tiene sus tiempos, sus idas y venidas, y resta mucho para definir fórmulas. Cuando el año presente sea pasado, otro gallo puede cantar.
Reutemann y el jefe de bloque de diputados del FpV, el también santafesino Agustín Rossi, estarían en plena tarea de reunificación del peronismo de esa provincia. Un primer paso fundamental para lo que vendría después. En ese juego también interviene el eterno operador Juan Carlos Mazzón. El Chueco conoce al dedillo el mapa político de Santa Fe y sabe cómo ubicar a un político extraño, que se recluye en el campo, casi no usa teléfono y no es fácil de hallar.